Haber sido amado tan profundamente, aunque esa persona que nos amó ya no esté, nos deja para siempre una protección - Albus Dumbledore -
Trabajador, constante, paciente, atento, entusiasta, generoso, algo cabezota y un poco gruñón, protector de su familia, defensor de sus ideas y, ante todo, una persona que le ponía gran pasión a todo lo que hacía. Así era nuestro padre: Don Rafael Carrera.
Y decimos Don, porque era un señor de los pies a la cabeza. Tuvo momentos
malos y difíciles (como casi todo el mundo), pero supo aprender de los
errores y rectificar cuando fue necesario. Así que podemos decir bien
orgullosas que tenemos a un gran hombre como padre. Y sí, hablamos en
presente porque, aunque nos dejó con sólo 66 años, sólo muere aquel que es
olvidado.
Cuando las hermanas Carrera empezaron a cantar jamás imaginaron que la jota se convertiría en algo tan importante en sus vidas.
Tardes de ensayos, fines de semana de festivales, concursos, misas... kilómetros y kilómetros de carretera, sábados y domingos en los que su familia dejaba cualquier plan, para ir con ellas de jota. Daba igual el lugar: Huesca, Zaragoza; Calatayud, Tarazona, Albalate de Cinca, Villanueva de Sijena, Andorra, Teruel, Belchite, Caspe... Y para cuando Aragón ya estaba casi del todo recorrido, ampliar horizontes hasta Rincón de Soto, Cenicero, Arnedo, Calahorra, Miranda de Ebro, Castejón... y un sinfín de localidades en las que se llevaba la jota por bandera.
Y todos estos viajes fueron posibles, porque su padre vivía la jota como nadie. No fue cantador, ni bailador, ni tampoco tañedor; pero fue un gran estudioso de la jota y su historia. No le importaba coger el coche y marchar a dónde fuera, o bien para disfrutar de una tarde de jotas, o bien para conocer a cualquier otro/a jotero/a que pusiera el alma en lo que hacía. Acto folclórico que había, acto folclórico al que acudía. Y siempre con una sonrisa y un entusiasmo verdaderamente admirables.
Fruto de su trabajo y estudios llegó a formar parte de varias asociaciones y cachirulos de Aragón: “Amigos del folclore altoaragonés”, “Estirpe de Aragonia”, “Cachirulo de Zaragoza”... Del mismo modo creó el “Cachirulo de Huesca” del que fue presidente durante varios años. Al mando de esta asociación realizó la grabación de varios Cd´s con la colaboración de numerosos joteros y amigos que de forma desinteresada quisieron participar. Igualmente realizó varias reuniones de confraternización de cachirulos, con un gran éxito de participación, pues acudían de numerosas localidades: Huesca, Zaragoza, Barbastro, Teruel, Andorra, Albalate del Arzobispo, Calanda; Java, Valencia, Rincón de Soto...
Sin embargo, una de las cosas que más le reconfortaba del mundo de la jota, era la cantidad de amigos que pudo conocer y de las innumerables personas de renombre con las que coincidió: José Iranzo “el pastor de Andorra”, Jesús Gracia, Jacinta Bartolomé, Mercedes Cartiel, Gregoria Ciprés, Carlos Vidal, Saturnino Domínguez, Angelines Hernandez, Pilarín Bueno, Conchita de Miguel, Manuel Gistaú...
Cuando sus hijas cantan la jota un poquito de la esencia de su padre va en cada nota. Siempre le recuerdan con una sonrisa en la cara, bien orgulloso de ellas, animándolas en cada momento y dándole ese apoyo incondicional que sólo un padre puede dar.
Por eso Silvia y Marta sólo pueden decirle gracias, gracias y gracias. Mil gracias por tu tiempo, tu dedicación, tu empeño, tu paciencia, tu trabajo, pero sobre todo tu cariño y respeto hacia la jota y hacia nosotras. Si estamos en donde estamos, es en gran parte gracias a tu esfuerzo y constancia.
Por eso : Gracias papá. Siempre en nuestro corazón.